Entregando a Lorena 4

Amateur

Entregando a Lorena 4
Entregando a Lorena 4
Puntualmente apareció Carlos en la puerta de casa. Mi curiosidad se transformó en desesperación cuando vi quien era su amigo. Se trataba de Jorge, el carnicero del barrio, un bruto como pocos, hosco y ordinario, siempre con una expresión dura en el rostro.

Además era un gigante, ni quería imaginarme en proporción el tamaño de su verga.

Lorena no pareció decepcionada cuando vio quien iba a ser compartida, siempre me decía que este tipo la desnudaba con la mirada cuando iba a su local, aunque nunca le había ningún comentario fuera de lugar. Ahora tendría la oportunidad de cogérsela, gracias a su amistad con Carlos y hasta podría sodomizarla, si Lorena se aguantaba semejante pija.

Mi amigo parecía divertido, me miró sonriente preguntándome

– Te imaginabas que Jorge iba a terminar cogiéndose a la putita de tu mujer? Porque siempre le tuvo ganas, sabías, ahora le vamos a dar el gusto, qué te parece Flaco?

Yo ni siquiera le contesté, veía que a Lorena le brillaban los ojos, sin dejar de mirar a Jorge.

Carlos me preguntó si iba a quedarme para presenciar lo que le harían a mi esposa, o si prefería irme y regresar en unas horas. Le contesté que quería ver todo, recibiendo como respuesta una sonora carcajada de ambos.

Lorena los precedió camino a nuestra habitación, mientras Carlos le manoseaba el culo por debajo del vestido y sonreía satisfecho por la ausencia de ropa interior. Sacó un par de dedos humedecidos con la esencia de Lorena y se los mostró a su amigo.

-Te dije que es una flor de puta, ya tiene la conchita chorreando.

Mi esposa permaneció de pie en el centro de la habitación, mientras Carlos se acercaba por detrás para acariciarle los hombros y deslizarle los breteles del vestido, el cual cayó al piso en un segundo, dejándola en toda su esplendorosa desnudez.

El bruto del carnicero ni siquiera había dicho palabra, pero ya se estaba desnudando en un rincón. La visión de Lorena vestida solamente con sus zapatos de taco aguja y las medias negras de nylon lo hizo excitar bastante, ya que lanzó un silbido mientras se tomaba su enorme verga con ambas manos. Decir enorme es poco, esa pija era mucho más grande todavía que la de Carlos, si intentaba sodomizar a Lorena con eso, seguramente la pobre iba a terminar en un hospital con la cola destrozada.

Carlos también se desnudó y le dijo a su amigo que se la cogería a Lorena en primer lugar, para dejársela un poco más dilatada y lubricada, ya que así podría resistir mejor su gigantesca y dura verga. Jorge asintió con la cabeza y se acercó a mi esposa, que estaba en cuatro patas al borde de la cama. Tomándola por los cabellos la obligó a abrir su delicada boca y le hundió su herramienta ahora un poco fláccida, hasta el fondo de la garganta. Lorena por supuesto se ahogó con esa intrusión, pero enseguida pareció que se acomodaba y comenzaba a succionar y lamer semejante pedazo de verga, que empezó a aumentar de tamaño mientras el carnicero iniciaba un desenfrenado ritmo balanceando sus caderas.

Mientras tanto Carlos había subido a la cama detrás de Lorena y ya guiaba su pija hacia los suaves y abiertos labios vaginales, inclinándose hacia adelante mientras la penetraba de una sola embestida. Mi esposa saltó hacia adelante como si quisiera escapar, pero entre ambos la sostuvieron y entonces los tres comenzaron esa sesión de sexo brutal que tanto ansiaba ella y tanto me preocupaba a mí. Yo miraba todo desde un rincón, con una erección muy dolorosa, pero sin animarme a masturbarme delante de estos dos desconsiderados hijos de puta.

En pocos minutos Lorena dejó escapar de su boca la tremenda verga de Jorge y se arqueó hacia atrás, lanzando un fuerte aullido de placer, lo cual me confirmó que había alcanzado su primer orgasmo. Carlos salió de su interior, diciéndole a su amigo que “la putita” ya estaba bien abierta como para que la perforara con su enorme verga.

Jorge se acercó entonces a la espalda de Lorena, mientras Carlos se sentaba al borde de la cama a recuperar el aliento.

Me acerqué a mirar la cola de mi esposa, encontrando que sus labios vaginales estaban muy dilatados y enrojecidos, chorreando la humedad de sus fluidos vaginales, ya que Carlos no había llegado a acabarle adentro. El carnicero se puso en posición y tomó a Lorena por los cabellos, mientras se inclinaba y le susurraba al oído

– Por fin te voy a poder coger, nena, no sabes cómo esperaba este momento… quiero que grites mucho, que grites cómo te duele y cómo te gusta mi pija, entendiste?

Ella alcanzó apenas a asentir con la cabeza, mientras este a****l comenzó a embestirla brutalmente, clavándole la enorme verga hasta el fondo. Lorena ni siquiera pudo moverse, pero lanzó un terrible alarido de dolor y desesperación al sentir que esa gigantesca pija la perforaba y dilataba mucho más de lo que Carlos la había dejado.

Jorge se quedó quieto unos instantes y se retiró suavemente, permitiendo que mi esposa se relajara por un momento, pero enseguida volvió a penetrarla, esta vez todavía con mas potencia, haciéndola gritar como nunca le había oído. La cogió con bastante brutalidad, sin hacer caso a los pedidos de mi esposa para que lo hiciera más despacio. Tardó varios minutos en acabar, mientras Lorena seguía quejándose y gimiendo de dolor sin alcanzar ningún orgasmo. Cuando se salió de ella, Jorge sonrió y me mostró su tremenda verga todavía erecta, cubierta por su propio semen y los fluidos de mi mujer.

Carlos le ordenó a Lorena que fuera a limpiarse, así podía continuar gozándola. Pude ver que se tambaleaba y caminaba con cierta dificultad mientras se dirigía hacia el baño. Bajé para asistirla y la encontré sentada en el bidet, disfrutando de un chorro de agua tibia en su dilatada y enrojecida vagina. Volvió a pedirme perdón como las veces anteriores, dijo que Jorge le había hecho doler muchísimo y no había gozado, pero la calentura la dominaba y quería que siguieran sometiéndola y cogiéndola de la misma manera toda la noche.

Al salir del baño encontré a sus dos amantes en el salón, degustando unos tragos de mi whisky favorito. Carlos sonrió sobradoramente como siempre y me dijo

– Flaco, ahora le vamos a hacer la cola a tu mujercita, y ya estoy aburrido de verte con esa cara de sufrimiento, es mejor que te quedes aquí abajo mientras nosotros nos dedicamos a romperle el culito a esa putita, que te parece?

Tenía razón, me senté y encendí el televisor, mientras Lorena reaparecía radiante, el maquillaje retocado, completamente desnuda y caminando sobre esos increíbles zapatos de taco aguja.

Carlos le comió la boca mientras le apretaba la cola con las dos manos. Jorge subió al dormitorio y ellos dos lo siguieron, no sin antes Lorena besarme y decirme que me amaba.

Unos instantes después pude oír un desgarrador grito de dolor y me imaginé que Jorge había estrenado el culo de mi esposa sin tener compasión ni delicadeza. Continuó gritando y gimiendo todo el tiempo, a veces llorando y jadeando, otras aullando a todo pulmón.

Me fui quedando dormido de a ratos durante toda la mad**gada, pero cada vez que despertaba sucedía lo mismo, oía a Lorena gritar de dolor con todas sus fuerzas mientras los dos a****les le rompían el culo sin piedad.

Cuando amanecía por fin bajaron los dos amigos, radiantes, relajados y ya vestidos para irse, muy satisfechos con la tremenda cogida que le habían dado a mi mujercita.

Los despedí y subí rápidamente a ver a Lorena. Estaba dormida boca abajo en la cama, tenía magullones y mordeduras en todo el cuerpo, la entrada del ano completamente dilatada, inflamada y enrojecida, dejando salir todavía semen a borbotones. En las sábanas pude ver algunas manchas de sangre, señal de que los dos a****les la habían desgarrado mientras la sodomizaban con tanta violencia.

Realmente la habían destrozado, pero estoy seguro de que ella seguía encantada con toda esta situación. Le quité sus provocativos zapatos de taco aguja y las medias de nylon, la limpié lo mejor que pude, para luego arroparla y dejarla dormir.

Bajé al salón a servirme algo de whisky, mientras pensaba qué pasaría en los próximos días, cuando Lorena se recuperara y me dijera que quería ser sometida y humillada otra vez por alguno de estos desalmados brutos.

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