Todavía lo recuerdo

Big Tits

Todavía lo recuerdo
Él tenía 19 años, yo 25. Lo conocí en un cine porno. Después de estar un rato juntos de pie en la parte trasera de la sala, se fue a sentar y lo seguí.

Estaba sentado apoyando sus pies en el respaldo de la butaca de enfrente. Me coloqué a su lado y sin decir palabra empecé a acariciarle los muslos. Cuando llegué a sus nalgas las lanzó hacia adelante y casi le metí el dedo en el culo por encima del pantalón.

Después de explorar a través de la mezclilla sus piernas, sus nalgas y su paquete por un rato, mientras ambos veíamos la pantalla, retiré mi mano y comenzamos a platicar. Un rato más tarde lo invité a dar una vuelta. Salí yo primero del cine y él me siguió a los pocos minutos.

Nos subimos a mi carro y nos dirigimos a las afueras de la ciudad. A ratos, mientras yo conducía, él quitaba mi mano de la palanca de los cambios y la colocaba sobre sus muslos. Yo lo acariciaba tiernamente en tanto conversábamos. Llegó un momento en que él estaba tan caliente que colocó mi mano sobre su paquetote. ¡Se sentía una vergota la suya bajo el pantalón!

Nos estacionamos en una calle solitaria y comenzamos a besarnos con ternura. Yo introducía mi lengua entre sus labios y él la chupaba. Pero el deseo que nos consumía exigía más que besos, y nos salimos al campo.

Nos estacionamos a un lado del camino, entre unos arbustos, y echamos hacia atrás el respaldo de los asientos. Me incliné sobre él y comencé a besarle tiernamente los labios, la punta de la nariz, los párpados; le lamí los lóbulos de las orejas y le introduje la lengua, haciéndolo gemir de placer, al tiempo que mi mano le sobaba la verga por encima del pantalón.

Levanté su camiseta y me abalancé sobre su blanco pecho, sin vello. Lo lamí completamente, me apoderé de un pezón y se lo chupé con fuerza, mientras le pellizcaba el otro; luego invertí dedos y lengua. Con mi otra mano trataba de penetrar su culo por sobre el pantalón, mientras él abria sus piernas a lo más, para facilitarme el camino, sus manos acariciando mi cabello y mis hombros.

Bajé el cierre de su bragueta, le desabotoné el pantalón y se lo deslicé hasta las rodillas, junto con su truza. De inmediato brincó una hermosa verga, reluciente y palpitante, cubierta su raíz con una mata de vello oscuro; de unas siete pulgadas, gruesa y dura.

La acaricié en toda su extensión, la sujeté y me introduje la cabeza en la boca. La lamí completamente y luego deslicé mi lengua por todo su tallo, por delante y por detrás. Volví al glande y poco a poco me introduje su mástil hasta mi campanilla. Comencé a mamar, mientras con una mano acariciaba su pecho y sus pezones y con la otra le hacía el amor a sus muslos blancos, lampiños, suaves como de bebé.

Él gemía, respiraba entrecortadamente, movía su cabeza hacia los lados, me acariciaba los hombros y el cabello con fuerza.

Cuando lo sentí llegar al culmen, poco a poco lo dejé descansar. Me recosté en mi asiento y él se volvió, repitiendo en mi cuerpo las operaciones anteriores. Me besó tiernamente, sin dejarme tocar su lengua; abrió mi camisa y besó mi pecho y mis pezones, lamió mi abdomen; bajó mis pantalones y mamó mi verga, acariciando mis muslos y mis nalgas velludas.

Cuando me sintió cercano al placer máximo, se retiró lentamente. Descansé y de nuevo me ocupé de su cuerpo.

Así estuvimos por cerca de una hora, creo, alternando las caricias, intercambiando besos tiernos. Me abrazó y me pidió al oído que lo dejara cogerme. “¡Necesito metértela!”, me dijo. Pero no acepté, pues no llevábamos condón.

Continuamos acariciándonos, hasta que retiró mi cabeza de su verga para masturbarse rápidamente y bañar su pecho de blanca y espesa leche. Cuando recuperó el aliento me ayudó a alcanzar el orgasmo, que llegó con la ayuda de mi mano en mi fierro y de las suyas en mis muslos.

Nos besamos con ternura, arreglamos nuestras ropas y nos retiramos.

Esto sucedió en 1991. Cuatro años después volví a verlo. Él aparentó no conocerme, o tal vez efectivamente no me recuerda, pero conversamos en una esquina. Yo observaba de reojo como él me comía con su mirada cuando yo no lo veía de frente. Pero no hicimos cita porque en ese momento llegó su pareja y también mi camion. Yo andaba en mis 30 y él seguramente en sus 23.

Su recuerdo sigue viviendo en mis fantasías y en mi verga.

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