En casa de mi tía

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En casa de mi tía
Esta historia sucedió en una noche de verano hace ya algunos años. Nunca me he atrevido a contarla, pero creo que ya ha llegado el momento.
Un sábado por la noche fui a cenar a casa de mis tíos, él tiene 48 y ella 45 años, no es una miss universo, pero tiene un buen par de tetas y un culo que a mí siempre me ha puesto cachondo cuando viste vaqueros. Al acabar la cena vimos una peli, tomamos un cubata y como se hizo tarde mi tío me dijo que me quedara a dormir. No llevaba pijama, puesto que mi intención no era quedarme a dormir, así que me quité la ropa quedándome sólo en boxes y me tumbé en la cama. Pasó un tiempo, no sé cuánto, y me desperté a causa del calor que hacía y con bastante sed, así que me levanté y me dispuse a ir hacia la cocina cuando oí algo procedente del fondo del pasillo. Movido por la curiosidad me dirigí hacia aquel sonido que parecía provenir de la habitación de mis tíos. Al acercarme más a la puerta, que estaba entreabierta, pude escuchar con claridad que aquellos sonidos eran gemidos. Me quedé unos instantes clavado detrás de la puerta dudando si asomarme, con el peligro de ser descubierto, o regresar a mi habitación. Finalmente opté por asomar un poco la cabeza. La ventana estaba abierta y podía entrar claridad de las luces de la calle. Mis ojos se abrieron de par en par cuando al fondo de la habitación veo a mi tía cabalgando de espaldas a mi tío, mirando hacia la puerta. Sus tetas botaban arriba y abajo mientras ella trataba de contener los gemidos mordiéndose el labio inferior. De repente noté que frenó su cabalgada y pensé que me había visto pues se quedó mirando a la puerta, pero fue un instante. Enseguida se agarró las tetas y comenzó a follarle duro. Creo que miraba disimuladamente hacia la puerta, casi estaba seguro de que sabía que la estaba espiando. Mi polla estaba dura como una piedra y me la agarré con la mano, apretándola en un intento de calmarla, pero sólo conseguí que se pusiera más dura, así que me la saqué y comencé a masturbarme mirando aquellos pechos bamboleándose sin control, la cara de placer de mi tía deseando más polla, más…más. No me di cuenta de que la puerta ya no me escudaba, dejándome prácticamente al descubierto, pero en aquel momento no me importó y dudo mucho que con lo caliente que estaba ella tampoco le importara. Un par de golpes secos y un movimiento circular de su cadera recogiendo todo el placer seguido de un largo gemido indicó que había llegado al orgasmo.
Acabé corriéndome sobre mi mano izquierda para no manchar el suelo, después fui sigilosamente al baño a limpiarme y regresé a mi habitación, donde me quedé dormido tras pensar un rato en la escena vivida.
A la mañana siguiente mi tío fue pronto a trabajar. Me levanté y fui a la cocina donde estaba ella preparando el desayuno. Vestía un pantalón de pijama muy corto y una camiseta muy fina dejando entrever sus duros pezones.
Ella me miró, me saludó y me invitó a sentarme. Fue entonces cuando advertí que estaba en calzoncillos, ella sonrió y dijo muy educadamente que no pasaba nada, que no se iba a asustar.
Se sentó frente a mi y al ser la mesa de cristal transparente podía ver sus muslos abriéndose y cerrándose suavemente. Movía la cuchara dentro del vaso y sin levantar la mirada me preguntó si había dormido bien, le dije que con calor, a lo cual ella respondió:
– Sí, yo me acosté muy caliente.
Rápidamente reaccionó y corrigió:
– Bueno, ya me entiendes… con mucho calor. Pero al final pudiste dormir bien, ¿No?
– Sí, sí… – Respondí mirando sus pezones
Ella, mordiendo el último trozo de tostada añadió:
– A veces una buena vista ayuda a conciliar el sueño…
Sonrió pícaramente y al percatarse de que no dejaba de mirar sus pezones me preguntó si quería tocarlos. En aquel momento se me atragantó el último bocado de tostada. Ella riendo insistió:
– Venga que no muerden. No sé por qué cada mañana se me ponen así.
Se encogió de hombros y sus pechos se juntaron más. Yo muy tímidamente acaricié uno con la yema del dedo índice, a lo cual mi tía se rió:
– Toca, toca, te juro que no se rompen.
Esta vez los acaricié con las dos manos, primero en círculos y después pellizcándolos suavemente. Ella se dio cuenta de que mi paquete comenzaba a abultar y soltó una risita:
– Vaya, vaya… parece que no soy la única a la que se le pone dura una cosa…mmmm
Dicho lo cual se levantó cogiendo su plato y me dijo que le ayudara a llevar los platos y vasos al lavavajillas. Al llegar se inclinó para abrir la puerta y la fina tela del short se le metió entre la raja del culo dejando al descubierto parte de los carnosos cachetes. Dio un paso atrás para bajar del todo la puerta y extraer la bandeja parando su culo contra mi abultado paquete. Me quedé quieto notando cómo mi polla agradecía aquel sutil contacto. Ella tampoco se movió, se limitó a mirarme sonriente mientras me decía:
– Uuuh, está a punto de reventar. Anda, pásame los platos.
Le di los dos platos y mientras los colocaba movía muy delicadamente su trasero arriba y abajo hasta que ya no pude aguantar más, la agarré de las caderas y la empujé contra mi polla para que la notará bien dura. Comencé a restregar mi duro paquete por todo su culo a la vez que le metía mano bajo la camiseta agarrando sus grandes pechos. No se resistió, lo estaba esperando, me dejó manosearla todo lo que quise. Luego la puse de espaldas a la pared y le quité la camiseta comenzando a manosear las tetas, lamerlas, chuparlas, lamer sus duros pezones. Ella me abrazaba rodeando mi cintura con su pierna para restregar su coño contra mi paquete. Ardía de deseo de ser follada sin piedad.
La llevé a la mesa de cristal, la desnudé por completo y la senté encima abriendo sus piernas mientras me arrodillada. Delante de mí tenía su coño bien depilado y abierto para mí. Le metí la lengua todo lo que pude dentro del coño y comencé a moverla dentro y luego hacia afuera, lamiendo el clítoris, luego le metía dos dedos y le follaba el coño mientras se lo comía. Ella gemía y me agarraba la cabeza para que no parara, apretándola contra su húmedo chochito.
Después me levanté, me saqué la polla y la miré mientras la acercaba a su raja. Ella la miró y se mordía el labio, esperando a ser penetrada. Poco a poco fui entrando en ella y sus labios se separaron dejando escapar un gemido de placer. Me miró y me dijo:
– Así, fóllame, cabrón. Sigue así…puto.
Sin mediar palabra le di media vuelta reclinándola contra la mesa, separé sus piernas y ella levantó un poco el culo. Agarré mi polla apuntando hacia la raja de su coño y se la metí de un golpe arrancándole un grito de placer. Luego la cogí del pelo estirándolo hacia atrás a la vez que daba pequeños azotes en su culo con cada golpe de polla.
– ¿Así te folla mi tío? – Pregunté. Ella giró su cabeza para mirarme y respondió entre gemidos:
– No, él me trata con demasiada dulzura.
– Puta …
– Sí… lo soy …mmmm….mmmm Fóllame duro puto cabrón, dale fuerte hijo puta!
Contra más guarrerías e insultos salían de su boca más cachondo me ponía y más duro le daba a la vez que ella se masturbaba con los dedos llegando a correrse dos veces. Al poco mi polla no pudo más y eyaculó dentro de ella. Un golpe seco, duro, dos y un tercero para exprimir hasta la última gota de semen dentro de su mojado coño. Después caí sobre ella acariciando sus muslos, su hermoso culo sintiendo mi polla aún dura dentro de su coño, palpitando.
Pasados los días me masturbaba en casa pensando en aquel día y a fecha de hoy todavía mantenemos algún que otro encuentro ocasional. Siempre tratamos de hacerlo en lugares diferentes, sin importarnos que nos vean y se pajeen mientras nos miran follar.
Pero esa… es otra historia.

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