Anita en un círculo de luz

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Anita en un círculo de luz
Anita en un círculo de luz
Mi adorado Víctor estaba de viaje ese fin de semana y yo le había prometido que le sería fiel y no saldría a divertirme con cualquier tipo que se me cruzara. Por esa razón, esa noche acepté la invitación para ir al cine que me hizo una pareja amiga.
Disfrutamos un café previo y luego la película con Marcela Y Néstor. A la salida del cine caminamos unas cuadras en plena oscuridad, para ir a buscar el auto estacionado. De repente todo fue borroso; mi mente quedó como una pantalla negra…
Lo primero que sentí al despertar otra vez fue el sabor de mi saliva mezclada con polvo en la boca. Estaba de cabeza apoyada en el suelo, pero no recordaba cómo había llegado ahí. Lo último que recordaba era Marcela gritando en la oscura calle…
Lo segundo que sentí fue un dolor intenso en la cara seguido de una sensación de tirantez e hinchazón en mi mejilla, como si hubiera recibido un golpe. Intenté hablar, pero solamente pude decir leves balbuceos sin sentido y unos cuantos quejidos.
Lo tercero que sentí fue lo peor, y lo que me hizo entender un poco más lo que ocurría. Cuando intenté incorporarme, noté que mi cuerpo estaba muy pesado; con algo que ejercía una fuerza opresora hacia abajo sobre mi espalda. Y no solo eso, aquello que me oprimía se movía bruscamente sobre mi cuerpo, me hacía daño. Cuando quise apoyarme en el suelo con los brazos, unas manos grandes y pesadas me sujetaron y me llevaron nuevamente contra el suelo, mientras oía un leve bufido que sonaba agitado.
Casi al instante otro dolor cobró vida en mi cuerpo, uno mucho peor que el de mi cara, mucho más desesperante y profundo. En mi trasero algo ardía, como si me estuvieran enterrando un fierro al rojo vivo. Todo estaba mal, muy mal, alguien me estaba sodomizando y yo no podía hacer nada para evitarlo. Casi enseguida sentí un calor en mi interior y supe que alguien me había llenado el culo de semen caliente… Al mismo tiempo noté que dejaban de embestir mi cola y el hombre detrás de mí se levantaba, dejándome libre. Todavía sobre mis rodillas y con la cola en el aire, me llevé una mano a la entrepierna y encontré que mis pantalones estaban bajados hasta las rodillas, dejando expuesta mi cola y mi concha. Toqué mis labios vaginales y los encontré dilatados y llenos de una sustancia pegajosa; así que entonces supe que antes de sodomizarme me habían cogido también mientras estaba sin sentido… Semen caliente y espeso salía a borbotones de mis dos orificios bien abiertos.

Lentamente me volteé boca arriba, sintiendo un gran mareo y un gran dolor en mi cola abusada. Lo peor del lugar donde estaba era que no podía ver casi nada; me encontraba en el centro de un círculo de luz que provenía del techo, todo lo demás eran sombras. En el círculo también estaba frente a mí el hombre que acababa de sodomizarme; estaba desnudo, su pene todavía erecto goteaba semen. Aparté la vista de él y miré mis dedos pegajosos, con los cuales me había tocado atrás: estaban manchados con una mezcla de líquido rojizo, señal de que este tipo me había desgarrado el ano con su brutal acto de sodomía…
Sentí un sudor frio cubriendo mi cuerpo; estaba empapada, sintiendo mi blusa blanca adherida a mi espalda.

Otro hombre vestido de traje entró al círculo de luz. Miré hacia arriba, pero su rostro quedaba en un cono de sombra. Le dijo algo para mí inaudible al hombre desnudo, quien enseguida desapareció en las sombras.

El hombre de traje habló entonces en voz alta, como si se dirigiera a un público:
“Ahora es el turno de nuestro próximo invitado; por favor, disfruten del show”.

Recién entonces entendí que me encontraba en un escenario y había personas cerca mirándome casi desnuda yaciendo en el piso. Por un momento pensé en pedir ayuda, pero todos ellos habían presenciado cómo me sodomizaban mientras estaba totalmente indefensa. Y nadie había hecho nada para evitarlo.
Mientras mi cabeza trabajaba desesperadamente, otro hombre apareció en el círculo.
Se inclinó y me susurró al oído, para que solamente yo pudiera escucharlo:
“Veo que te dejaron la colita bien abierta y rota, nena, y además llena de leche…”
Ni siquiera tuve fuerzas para responderle, pero cuando quise incorporarme para pedirle misericordia, recibí una tremenda bofetada que me dejó tendida otra vez.
Las callosas manos del hombre tomaron mis piernas y jalaron de ellas, dejándome otra vez apoyada boca abajo sobre el suelo. Sin ninguna delicadeza tironeó de mis zapatos y pantalones, hasta que logró sacármelos del cuerpo. Entonces pude ver cerca de mis manos la tanga que había usado esa noche, la cual evidentemente había sido arrancada de mi cuerpo por el primer tipo que me había cogido.
El hombre la recogió del suelo y se la llevó a la nariz, oliéndola profundamente.
“Hmmm, me encanta ese olorcito a puta que hay en esta tanguita” Dijo riendo, girando para mostrar mi diminuta tanga desgarrada al resto del público.
Luego me sujetó por el cabello con una mano y me obligó a levantar la cabeza, Puso mi tanga frente a mi cara y la restregó una y otra vez, hasta que me hizo abrir la boca y la metió ahí, como mordaza, a pesar de mis quejidos y súplicas.
“No la escupas hasta que terminemos, o va a ser mucho peor, putita” Me advirtió.
Entonces me tomó por las caderas y se me levantó hasta dejarme con el culo bien expuesto, apretado y húmedo por mi sudor y el semen que había dejado el anterior.
Pensé que este tipo había decidido también continuar la sesión anal y terminar de destrozar mi ya muy castigado culo, pero no fue así. De repente sentí que su gruesa y dura verga entraba violentamente entre mis labios vaginales.
Todo terminó más rápido de lo que yo calculaba, o eso me pareció. La penetración fue brutal; sin ninguna compasión ni delicadeza. Sentía que me estaba partiendo en dos cada vez su verga entraba en mi concha… el dolor era cada vez peor. Pero finalmente después de unas veinte embestidas el hombre me aferró las nalgas con mucha firmeza, dejándome sus uñas marcadas y entre gemidos y hasta algún llanto eyaculó dentro de mi vagina toda su carga de semen hirviente.

Sacó su pene aún duro de mi vagina y me arrojó a un lado. Lo miré desde el suelo, sintiendo un tremendo dolor en mi vagina. Su verga era realmente imponente, dura como una roca, apuntando hacia arriba, con hilos de semen cayendo al suelo…
Me quitó la tanga de mi boca, ordenándome que le chupara la verga chorreante,,,
Entonces me acerqué a él gateando, mientras miraba esa enorme verga que acababa de vaciarse en mi concha. Podía sentir ese semen deslizándose entre mis muslos… Mis brazos parecían no sostenerme, me mareaba al intentar incorporarme. Así que entonces me afirmé bien a las piernas del tipo, hasta quedar a la altura de su pija.
Saqué mi lengua y comencé a lamer muy suavemente la base de su verga, absorbiendo las gotas de semen que se deslizaban hasta allí. Mientras mi lengua subía, podía notar la tremenda erección que todavía perduraba. Llegué hasta el glande y justo el hombre me aferró la cabeza por la nuca y me metió todo el largo de su pija en mi boca, bien profundo hasta el fondo de mi garganta.
Así yo casi no podía respirar, mientras me ahogaba con semejante mordaza y la cantidad de saliva que producía mi boca. Sentía lágrimas rodando por mis mejillas.
Finalmente el hombre se detuvo y empujó mi cabeza hacia sí, alcanzando esa vez la penetración máxima y comenzó a gritar como enloquecido. No me dejaba respirar mientras eyaculaba dentro de mi garganta. Cuando casi ya estaba a punto de perder la consciencia, me empujó para que cayera de espaldas, mientras tosía y escupía el semen que salía de mi boca y nariz.
El hijo de puta recibió un aplauso del público y desapareció del escenario.
Lo que sucedió después no lo pude recordar nunca. Me llevaron fuera del círculo de luz y me dejaron sentada en el suelo, sintiendo que mi vagina y mi ano no dejaban de secretar líquidos pegajosos.

Antes de perder el sentido pude ver que en el círculo de luz entraban mis amigos, Marcela y Néstor; ambos completamente desnudos. Unos instantes después me desperté con los gemidos de Marcela. Ella estaba en cuatro, mirando hacia el público, mientras Néstor a sus espaldas la sodomizaba.
Un rato después volví a despertar. Esta vez era Néstor quien estaba en cuatro, con un tipo detrás penetrándolo por el culo. Cerca estaba Marcela lloriqueando…
Amanecí recostada en el asiento de atrás del auto de mis amigos, aunque ellos no estaban allí. Pensé que todo había sido un mal sueño, pero entonces un dolor profundo en todo mi cuerpo me hizo recordar partes de lo sucedido durante la noche. Además me faltaba la tanga y de mi entrada anal continuaba saliendo semen fresco.
Definitivamente, no había sido una pesadilla…

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