Perra callejera

Big Tits

Perra callejera
Hacía tiempo que no bajaba al parque. Ayer aprovechando que con la tormenta refrescó, cogí un libro, y me bajé. Llevaba sandalias y un vestido corto de tirantes, fresquito para aguantar el tirón. Busqué un rincón a la sombra, alejado de las zonas más bulliciosas, y sobre todo de donde suelen estar con los perros, no tengo nada en contra de los a****les, pero me inquietan un poco. Creo que no sería nunca capaz de tener un perro en casa.

Estaba leyendo tranquila, dejándome acariciar por la brisa que corría cuando de repente un jadeo sordo me hizo levantar la vista. Joder, un perro enorme venía corriendo hacia mí. Chillé como una loca y una voz potente gritó: Hook quieto!! Sit, sit!! Como por arte de magia el perro se paró en seco y se detuvo jadeando delante de mí.

– Perdón, perdón, oí gritar a un tío que venía corriendo, con otros dos perros enormes tirando de él.
– Cómo que perdón, ten más cuidado joder, este bicho es un peligro, acerté a decir medio histérica y con el corazón a mil. No tenéis ni puto cuidado con los perros.
– Perdón, de nuevo, mil perdones. Pero por favor no me juzgues así, ha sido un error, pero te aseguro que Hook es muy bueno.

Hook seguía sentado a mi lado, jadeando y completamente inofensivo. Era un perro de esos pastor alemán o yo que sé.

– ¿Me puedo sentar? Preguntó. Mi nombre es César, de verdad que lo siento un montón. Dime qué puedo hacer para compensarte, que lo haré.
– Sí, si siéntate. Disculpa, a lo mejor me he puesto un poco histérica, pero es que los perros me dan un poco de miedo

Los otros dos perros también se tumbaron mansamente al lado. Parecían completamente inofensivos. ¡¡Pero me parecían enormes!!

– ¿Vives con tres perros en casa?
– Sí, la verdad es que antes vivía en el campo, tuve que venirme aquí por trabajo, me resultaba imposible separarme de ellos. Son Hook, Keko y Charlie, mis amigos más cercanos, te lo aseguro.
– Vaya, yo siempre he sido poco amiga de perros, pero sí es verdad que parecen tranquilos. Dije, mirándole fijamente a los ojos. Por primera vez me fijé en sus ojos verdes. La verdad es que no estaba nada mal ese tío. Cuerpo atlético, pero no de esos de gimnasio, de hacer deporte a secas, moreno, entrado ya en alguna cana, pero no demasiado mayor. – ¿Me invitas a tomar algo? ¿No querías compensarme de alguna manera?
– Claro, claro, por supuesto. Mira vivo aquí al lado, si no te sientes violenta podemos subir.

A esas alturas el susto del perro se me había pasado y mi olfato de cazadora me decía que ese César podía ofrecerme algo interesante.

– Vale, dije, vamos.

Le acompañé a su casa. El tipo vivía en un ático con dos terraza que te pasas.

– Esta es la de los perros, me dijo, cuando me estaba enseñando su casa. Una terraza enorme con tres casetas y completamente dispuesta para sus amigos.
– No me extraña que te quieran, les tratas a cuerpo de rey.
– Vamos, dijo, dejando allí a los tres perros tranquilamente sentados.

Me llevó a otra terraza con un par de tumbonas, una mesa y algunas sillas.

– Siéntate, ¿te puedo ofrecer un gintonic?
– Ah sí genial, me encanta.

Se fue a la cocina y al momento volvió con un par de copas de balón y todo lo necesario para los gintonics. Un par de copas, unas risas y ya metidos en faena, directamente me dijo:

– Estás buenísima, ¿sabes? No vas a irte de aquí sin que te eche un buen polvo. Me cogió de la mano y me llevó a la habitación.

Ni un solo rodeo, me quitó el vestido, me bajó las bragas hasta el suelo y de un empujón me tiró a la cama, me embistió con una polla más que considerable, me la clavó hasta el fondo y sin ningún miramiento, como a mí me gusta. Mi coño estaba empapado y entró sin problemas. Me folló como hacía tiempo que ningún hombre lo hacía, lamiendo mis tetas a la vez que me empotraba con fuerza.

No se corrió pronto, se tumbó él y me puso encima, – vamos cabálgame ahora tú, quiero ver cómo te bailan esas tetas de puta mientras te corres. Me puse encima de él, cogí su polla y me la metí, notaba cómo le iba chorreando mi flujo encima de su tripa. Él gritaba a medida que me movía, joder, joder, cómo me gusta verte así, joder puta córrete. Me pegué una corrida increíble en medio de aullidos de placer.

Me puse a cuatro patas y busqué su polla, todavía hinchada, me la metí en la boca recogiendo despacio toda su leche. Tenía la cabeza gorda, me la comí como si fuera un chupa chups, a la vez que él me decía: – joder eres una perra increíble, me encanta, me encanta.

Fue entonces cuando noté el primer lengüetazo, ostias, qué esto pensé, luego otro, y otro más, sentí cómo me intentaban montar. Me asusté, intenté moverme, pero Hook estaba encima de mi, ¡¡ me estaba intentando follar un perro !!

Chillé, – ¿pero qué hace tu perro, coño, pero qué hace?

– ¿No lo has hecho nunca con alguno? Qué raro, porque eres una muy buena perra, tranquila te gustará.

Me intenté rebelar, pero no puedo decir que no me estuviera gustando, intentando ser montada por un perro con un rabo nada considerable mientras se la comía a su dueño. Era super excitante. Me dejé hacer. Moví un poco mi culo, intentando acomodarlo, Hook se movía y me buscaba con ganas.

Los otros dos perros también se habían acercado, daban vueltas alrededor, de vez en cuando me lamían, se peleaban entre ellos, se empujaban. A medida que la pugna por montarme era mayor, me iba poniendo más y más caliente, César se había vuelto a correr, esta vez en mi boca, pero yo ya no podía pensar en eso, los a****les seguían revoloteando a mi alrededor, que como una perra en celo se ofrecía a ellos.

Noté como uno me la clavó: -¡¡ahhhhhh!!! Joder qué gusto, se movía, se movía sin parar, salió rápido, otro también dentro, aullidos, algún ladrido. Estaba entrando en un desenfreno como no había vivido antes, entonces César me acercó a Keko a la cara, lo tumbó delante y dijo: – chúpasela. Tenía la polla medio tiesa y aún así era grande, muy rosada. Me la metí en la boca, ya no estaba dispuesta a dejar nada. Mientras, por detrás Hook y Charlie, seguían con su rueda para conseguir montarme del todo, sentía sus garras en mi grupa, sus empujones, sus lamidos en mi coño, notaba mis muslos chorreando y chorreando, no tengo ni idea de cuánto semen suelta un perro, pero estaba segura de tener el chocho reventando.

El propio César entró en la rueda, porque noté cómo de pronto una polla distinta me forzaba, pero fue breve, sus amigos no le dejaron. Me estaban llevando una y otra vez al orgasmo, me corrí varias veces, mientras yo, conseguí que Keko se corriera para mí, mis mamadas hicieron que el a****l aullando sin parar, me llenara de leche la cara. Joder esto era demasiado, no me podía creer lo que estaba pasando, mis gritos y mi placer iban a la par.

Entonces noté cómo Hook me agarraba más fuerte, sentí un placer indescriptible, y mi coño se llenó de una polla que había crecido de manera increíble. Yo sólo podía gritar y gritar al tiempo que leche y más leche y más leche me inundaba por dentro. Los movimientos de Hook se hicieron más rápidos, – ufff tenía la sensación de que ese puto perro me iba a destrozar, ¡¡ pero me estaba encantando !!

Entonces se separó un poco de mí, se dio la vuelta y dejó su culo junto al mío. Me intenté separar, pero ¡¡ no podía, estaba enganchada a un perro que me estaba llenando de litros de leche !!

– Ja, ja, ja, tranquila dijo César. Es normal, a veces los perros y las perras, como tú, se abotonan, después de un rato largo, cuando deje de echarte semen se pasará. Relájate y disfruta, perra mía, que pocas veces vas a poder experimentar esto de nuevo. Hook te considera una de las suyas.

Mientras seguía a cuatro patas, enganchada a Hook, notando como cada rato me echaba otro montón de leche en el coño, César se puso encima de mí y recogiendo con la mano el semen que Keko me había dejado por la cara, me lo llevó a la boca, – venga cómetelo, no seas una perra mala. Mi lengua recorrió todos los dedos de César saboreándolo. Entonces me agarró de las caderas y empezó abrirme el culo despacio, a la vez que me decía:

– Sería un desperdicio este agujero aquí tan solito mientras mi perro trata de preñarte ¿no, perra callejera?

Entonces, me puse a aullar como una loca estrenando mi nueva condición.

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