Adios a mi virginidad anal

Anal

Adios a mi virginidad anal
En mi época de escuela secundaria, compartía mucho tiempo con mi mejor amiga Claudia y su novio Javier.

Con ella compartíamos la misma aula en la escuela y estudiábamos juntas. Nuestras madres también habían sido buenas amigas en la juventud; así que compartíamos vacaciones en algunos veraneos.

En una de esas estadías en la playa, Javier pudo reunirse con Claudia unos días después. Realmente los tres hacíamos un lindo grupo; yo todavía no había conocido a quien sería mi esposo Víctor

En la casa alquilada nuestras madres compartían una habitación.
Claudia y yo teníamos disponible otra, con una cama bastante amplia y cómoda. Javier debía conformarse con recostarse en un enorme sofá del comedor.

Una noche, después de haber pasado todo el día en la playa tomando sol, caminando kilómetros en la arena y jugando volley, realmente los tres quedamos físicamente bastante cansados.

Cuando nos acostamos luego de una buena ducha relajante, Claudia y yo quedamos vestidas solamente con una remera larga cada una, sin usar tanga.
Más de una vez nos habíamos tocado una a la otra mientras compartíamos una ducha en el club luego de practicar deporte.

Pero esa noche, estábamos tan agotadas que nos recostamos de lado y conversamos un rato antes de que el sueño nos venciera a ambas.

Claudia estaba a mis espaldas y la delicada piel de sus muslos rozaba los míos desde atrás. Su camiseta estaba levantada por sobre su cintura; porque yo podía sentir el calor que emanaba de sus labios vaginales depilados contra mi cola.

Era una sensación agradable ese calor contra mi culo desnudo.

En sueños me pareció advertir que Claudia se movía a mis espaldas; como si estuviera girando su cuerpo hacia el otro lado. Me despabilé apenas y pude notar que ya el calor de su vagina no rozaba mi culo. Sonreí para mis adentros y volví a cerrar mis ojos.

Pero entonces sentí algo muy diferente.
Esta vez algo tibio rozaba mis cachetes desnudos; algo que sólo podía ser la punta de la verga endurecida de un hombre.

Abrí mis ojos en plena penumbra, pero no dije nada; ni tampoco giré mi cuerpo.
De repente una mano algo callosa pasó por encima de mi cintura y rozó mi vientre. Esa mano definitivamente no era de mi amiga.

Los dedos gruesos descendieron por mi vientre desnudo, hasta llegar al borde de mis labios vaginales. Siguieron tanteando y los abrieron suavemente, con mucha delicadeza.
Uno de esos dedos me penetró y enseguida se dedicó a acariciar mi clítoris; que a esta altura, ya estaba bastante humedecido…

No pude evitar dejar escapar un leve suspiro de placer. Me imaginé que esos dedos eran de Javier; pero no entendía por qué él estaba ocupando el lugar de Claudia en nuestra cama. Tal vez mi amiga me había entregado, para que su noviecito disfrutara de mi cuerpo.

En ese momento sentí otro movimiento en la cama y supe que ese cuerpo varonil se estaba acercando al mío. Enseguida pude notar una verga bastante dura rozando mis cachetes; casi encajando entre ellos…
Ahora dos dedos entraban y salían con facilidad de mi humedecida concha, acariciando mi clítoris y dilatando la entrada.

De repente tuve un sobresalto: un dedo bien lubricado con mis propios jugos, ahora intentaba colarse dentro de mi estrecha entrada anal. A esa edad yo ya había tenido sexo, pero mi apretado culo todavía era virgen…

Con un poco de esfuerzo, ese travieso dedo finalmente logró abrir mi esfínter y llegó hasta el fondo de mi ano.
El sobresalto inicial se convirtió en un agudo grito de dolor; pero enseguida comencé a sentir placer; mientras Javier metía y sacaba ese dedo con mucha delicadeza. Yo sentía mi ano dilatarse a más no poder; me preguntaba si esa noche iba a entregar mi virginidad anal a ese amigo que ni siquiera me había pedido si quería hacerlo…

Entonces su cuerpo se acercó todavía más al mío y su dedo fue finalmente reemplazado por la punta de su verga. Noté que se había puesto un forro y que esa punta estaba bastante lubricada.

Sentí un poco de dolor e incomodidad cuando empujó contra mi estrecha entrada, tratando de penetrarla. Luego sentí que esa punta finalmente traspasaba mi esfínter y entonces suspiré ya sin sentir dolor.

Me aferró por la cintura y me atrajo hacia su cuerpo; haciendo que su poderosa verga entrara todavía un poco más adentro en mi culo. Cerré los ojos y decidí disfrutar de esa culeada, mientras sus movimientos comenzaban a intensificarse.

Podía sentir el aliento de Javier sobre mi nuca y sus bufidos mientras él me bombeaba el culo. Comencé a sentir placer más que dolor…

Con algo de disimulo, pude lograr acariciarme el clítoris, sin que el novio de mi amiga se diera cuenta…
Con ello logré acabar en silencio, mientras esa verga me seguía taladrando el culo.
Después me sentí muy entregada; ya no había vuelta atrás…

Finalmente Javier tensó su cuerpo y se quedó quieto. Entonces pude sentir que su verga se hinchaba dentro de mi castigado recto.
Era evidente que había acabado, después de disfrutar mi cuerpo y sodomizarme por un buen rato.
Unos segundos después su verga comenzó a salir de mi ano.

Noté que se levantaba muy despacio de la cama, tratando de no hacer nada de ruido. Escuché unas voces apagadas en la puerta de la habitación.
Un poco después, la cama se agitó suavemente y un cuerpo se acercó el mío. Reconocí el perfume dulzón de Claudia…

Yo mantuve mis ojos cerrados, simulando no estar despierta. Pero mi amiga me conocía demasiado bien.
Se apoyó sobre mi espalda y besó suavemente mi nuca. Acercó sus labios a mi oído y me agradeció por haberme dejado coger la cola por su novio. Javier estaba muy caliente con romper un lindo culo y mi amiga todavía no quería entregarle el de ella; por lo tanto le dijo a su macho que me lo rompiera a mí…

Le dijo que yo no iba a quejarme… y la turra tenía razón…

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